La Legi

Son más de las once de la noche, camino en ojotas por General López en dirección a la plaza Italia (la Legi para los amigos). Hace casi treinta grados, son los últimos resabios del verano en Santa Fe que se rehúsa a dar un paso gentil al Otoño. 

El día, fue de un verano hostil, mucho calor y mucha humedad. La llegada de la noche no logra aminorar la pesadumbre del día, que todavía se siente en el cuerpo, en la piel, en el calor que es irradiado desde el asfalto. Llegamos a la plaza, nos sentamos en un cordón, abrimos una birra, brindamos y empezamos a charlar.

El aroma de la cerveza se mezcla con el olor de la tierra húmeda y caliente, también con notas metálicas que vienen de los juegos para los chicos y trazas de olor a cagada de paloma. Esa fragancia particular de noche en la plaza me transporta un poco al pasado.

De fondo el paisaje se me antoja idéntico a lo que recuerdo, un auto con música, una pareja chapando a lo lejos, unos pibes tomando porrón y otros jugando al bolo en el estacionamiento. La charla es diferente a las que solía tener hace tiempo, pero todo lo demás está prácticamente igual. El calor, la humedad, el escaso tránsito nocturno, el mismo kiosko para comprar la birra, la gente alrededor, la iluminación, los cestos estallados, todo. Me resulta increíble que hayan pasado 20 años desde el verano en el que eso era mi rutina nocturna, venir a tomar cerveza a la Legi, hablar al pedo y capaz jugar al fútbol. 

Que diferentes que eran las charlas, que diferente que eran el horizonte y los proyectos. Me resulta difícil creer que mi yo de hace 20 años contemplara la posibilidad de hablar con un amigo y que la anécdotas pasen en varios continentes diferentes. Sin embargo, al mismo tiempo era todo muy parecido, el mismo aroma, el mismo sabor, el mismo calor y esa sensación hermosa de compartir una cerveza con un amigo al aire libre. Pasaron veinte años, en el medio de todo hasta una pandemia mundial, y todo vuelve a ser igual otra vez, el espacio se siente idéntico, es inmutable. 

Seguimos con las cervezas y con la charla, que no da respiro. La historia sigue y se escurren las horas de la noche a su paso, ya los kioscos cierran y nos vemos obligados a mudarnos para seguir abastecidos, son las tres de la mañana y seguimos la charla en el cantero de Avenida Freyre.

Que lindo es reencontrarse con estas experiencias, juntarse con un amigo es siempre grato, pero pareciera que la ciudad de Santa Fe está un poco diseñada para regalarnos este momento, la tranquilidad de las avenidas casi vacías, una brisa leve y un espacio para sentarse al lado de unos árboles. Es difícil de explicar, no es lo mismo que estar sentado en un bar, es ser uno con la ciudad, sentir que ese espacio que uno habita también puede ser disfrutado, que algo de todo esto me pertenece y que pertenezco.

Me encantó poder revivir estas noches, no sabía lo mucho que las extrañaba.


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