ConecTango

Desde hace tiempo venía coqueteando con la idea de aprender a bailar Tango, ya desde mis días en la facultad. Sin embargo por alguna u otra razón, nunca empecé y con el tiempo el proyecto se fue diluyendo en un mar de eternos pretextos. Es el año 2022 y viviendo en el exterior se dió que comencé a aprender. Inicialmente, era sólo una actividad social más dentro de las varias que desarrollaba, pero con el correr del tiempo, el Tango fue tomando un rol cada vez más central en mis semanas, por múltiples razones.

En primer lugar, es una actividad social. Aprender a bailar permite conocer muchas personas, con diferentes entornos, que en este caso además están abiertos y receptivos a una cultura nueva. Me encanta interactuar con personas de diferentes países, profesiones y con culturas que en muchos casos son completamente nuevas para mi. El exponerme a la diversidad me resulta muy estimulante y el grupo que desarrolla la actividad es muy cálido, lo cual ayuda a continuar y a intentar perseverar.

Esta actividad, se desarrolla además dentro de un espacio público de la ciudad de Houston, es por ello que da la sensación de estar más integrado a la misma. En una sociedad que está muy estructurada en torno a vivir en burbujas, a desplazarse en forma solitaria y aislada del punto A al punto B, desarrollar una actividad en un espacio común, que es transitado por muchas personas que no están ni remotamente relacionadas a la actividad, tiene un condimento muy especial. Es un intento colectivo de incluir al Tango como una actividad constitutiva más del entramado social de Houston.

El punto principal de esta historia es claramente el Tango per se, es el verdadero factor multicapas o multinivel. Para comenzar, el baile en si es muy sensual e invita al contacto y la conexión. De hecho, su pilar fundamental es la conexión entre quienes lo bailan, esta conexión tiene que ser generada y mantenida en forma espontánea. Por lo tanto se genera un diálogo no verbal constante que permite conocer a las personas y, en gran parte de los casos, romper ciertas barreras idiomáticas y culturales en forma mucho más rápida.

El Tango además, es un baile muy presente en la familia. No tanto en mis padres, pero si en mis abuelos y toda su generación. Es por ello que escuchar el Tango remite claramente a sus figuras e invita a imaginarlos bailando en las milongas en las noches del interior de Santa Fe.

La melodía y parte de las letras del Tango también impactan de manera particular. Este género tuvo su mayor desarrollo en el arrabal del río de la Plata durante el período de mayor inmigración a la Argentina. Por tanto, sus letras y melodías están impregnadas de esa nostalgia por la tierra abandonada y ese deseo de hacer propia la ciudad nueva, que de momento resultaba completamente esquiva a la suerte de sus nuevos pobladores. Ese intento de triunfar en el nuevo hogar, pero recordando y añorando el pueblo que quedó atrás, los amigos y la casa de los viejos. Esa combinación única que tiene la fuerza del deseo de triunfo y la melancolía de lo sacrificado me resuena completamente y me hace sentir aún más la música.

Finalmente, la frutilla del postre, es la forma en que fui invitado a esta actividad. Era un día helado de Houston, uno de los pocos días realmente fríos, tomando coraje decidí ir a uno de los parques a leer y tomar unos mates abajo del Sol. Había mucho viento y el frío se tornaba insoportable, al punto que varias veces me volqué agua caliente en la mano y ni siquiera la sentí. Ahí estaba yo, sentado bajo el Sol, tomando mates para intentar resistir (y porque me encanta tomar mate en la plaza los días helados) y leyendo un libro, cuando de repente una mujer me pregunta por el Mate y acto seguido me invita a las prácticas de Tango que estaban comenzando por esas semanas. El hecho de que el mate haya sido el catalizador del comienzo de esta actividad me resulta fantástico y le da la dimensión final que necesitaba. No se me ocurre una actividad más completa, ni que funcione a tantos niveles diferentes para mi. 

¡Chan chan!