Delirio de una noche de verano

Lejos, muy lejos, muy muy lejos. Más de 7.700 km me separan de mi casa, de mi ciudad, de mi familia, de todo. Incluso estando lejos me alejo aún más, me muevo hacia el Oeste, todavía más lejos. La ruta toma formas diversas, el paisaje cambia constantemente, este desierto está plagado de ciudades, de opulencia y decadencia...

Todo pasa frente a mis ojos, en el frenético cambiar de paisajes varios me resultan similares a otros muy lejanos en este momento. Sin embargo, la velocidad de cambio me obnubila y no logro procesar todo. Me relajo y no busco tampoco procesar, sólo sentir lo que esté ahí para mí. Intento pensar en las miles de historias diferentes que pasan ante mis ojos, o que se ocultan en todos los edificios, más fastuosos o más modestos, que nos empeñamos en construir, es abrumador.

Pasan caras, edificios, ciudades y sigo en mi viaje por acá, bien lejos. Una noche común y una atracción que no promete mucho, ver las luces "extrañas" en Marfa, no se sabe bien que son, ni cuando aparecen pero tienen su mirador y hacia allí fui. Muchas personas congregadas en la oscuridad y por suerte manteniendo una holgada distancia. El lugar es un desierto entre dos ciudades que como era de esperar no ofreció ningún show de luces sobrenatural.

Muy por el contrario, regaló un espectáculo bien natural, la tranquilidad de la noche y el cobijo de las estrellas, esa pausa que por más que este siempre ahí muy pocas veces aprovecho. Y pasó lo que tenía que pasar, la baja contaminación lumínica dejaba ver la vía láctea, sólo ver el esbozo de su magnífico esplendor me llevó de nuevo a Santa Fe, concretamente a un campo a unos pocos kilómetros de la ciudad.

Hace algunos años, en ese campo salimos a la noche junto con mis seres queridos para apreciar el firmamento en ultra 8K. Me sentí tan pequeño que comencé a percibir a quienes me rodeaban como una parte indistinguible e indisoluble de mi mismo. Y así pasó, viaje en el tiempo y en el espacio... estaba ahí, sintiéndome nuevamente insignificante y a la vez acompañado y sobrecogido...

Es algo muy difícil de explicar y muy hermoso, irse lejos, bien lejos y sentirse así, tan cerca.